Intervención en lo
social y pensamiento crítico.
Una mirada desde
nuestra América en los escenarios actuales del trabajo social. [1]
Alfredo Juan Manuel Carballeda
Resumen
La emergencia de
más y nuevas problemáticas sociales, implican una serie de nacientes desafíos
para el trabajo social. Los efectos del neoliberalismo, nos muestran una
América atravesada por la desigualdad y una inscripción en la memoria colectiva
de una serie de padecimientos que en el caso de la Argentina marcan más de
treinta años de caída y exclusión. Décadas de expoliación que dejan señales,
inscripciones, pérdidas, que son necesarias reparar. Pero que como toda crisis
profunda nos muestra una posibilidad.
Crisis, puede significar, nuevos desafíos, pero básicamente nuevas posibilidades.
Como si viviésemos en un territorio de posguerra, los argentinos solemos
atravesar cotidianamente, los desechos de un estado desmantelado, instituciones
precarizadas y prácticas con legitimidad en caída. A su vez, existen voluntades
para la construcción de un estado que da señales de querer volver a ser el
garante de la solidaridad, pero con dificultades de diversa índole para poner
en marcha sus mecanismos de reparación de los lazos societarios, de las
instituciones. En estos nuevos escenarios se expresan problemáticas
sociales antiguas y actuales, teniendo
como común denominador; los fuertes cambios de contexto, la desigualdad y el
padecimiento, en escenarios donde sobresale la pérdida de certezas. Así las
nacientes expresiones de la desigualdad, del malestar en tanto padecimiento
interpelan cotidianamente a nuestras prácticas como trabajadores sociales. De
allí la necesidad de nuevos diálogos con diferentes campos de saber,
especialmente desde la construcción de conocimientos que den cuenta de nuestras
necesidades prioritarias, desde una mirada americana. Surgen así nuevas
necesidades de comprender y explicar lo social, transformando ese conocimiento
en acción, en método, en nuevas formas de la intervención en lo social. Donde
podamos hablar para nosotros mismos, con nuestra propia voz, construyendo
una textualidad propia, por fuera de la palabra del
colonizador, dialogando desde nuestros conocimientos ancestrales y presentes,
generando herramientas que nos permitan acceder a verdades que durante siglos
se expresaron tal vez tímidamente pero
que permanecen en la memoria colectiva de nuestros pueblos. Signos y grafías
del saber que integran lo antiguo y lo nuevo, recuperando y creando nuevas
formas de mestizaje. Estas posiblemente nos sirvan para seguir sosteniendo
nuestra identidad, ahora pasando de la
resistencia a la conquista de nuestro propio destino: nuestra América.
La emergencia de
un sujeto inesperado
Los
contextos y escenarios cambiantes caracterizan a nuestras sociedades en las
últimas décadas y marcan una serie de nuevos interrogantes hacia la
intervención en lo social. Estos cambios pueden observarse a partir de
diferentes esferas que abarcan desde lo
socioeconómico hasta el sentido de la vida cotidiana en las diversas y
heterogéneas tramas sociales actuales.
La
crisis de los espacios de socialización, como la familia, el barrio, la
escuela, la universidad o el trabajo muestran el surgimiento de interpelaciones
dirigidas especialmente a su sentido, a la posibilidad y necesidad de una reconfiguración
de la cual se es testigo en forma aturdida y desorientada. Pero esta crisis
también da cuenta de un conflicto de los espacios cerrados como lugares de construcción
de subjetividad, de trasmisión de pautas, códigos, identidades y pertenencia. Lugares
donde los individuos se materializaban en imágenes esperadas y previstas por el
todo social. Así el sujeto producido por la escuela era esperado por la fábrica
o la universidad.
La
caída del modelo keynesiano de la economía y la imposición del neoliberalismo,
trajo aparejada una nueva forma de las relaciones sociales. El vínculo y el
lazo social como elementos constitutivos de solidaridades se fueron diluyendo
en la medida que avanzaba la competencia en forma desesperada, muchas veces
como necesidad o mandato ligado a la
sobrevivencia.
La
crisis de incertidumbre que atraviesan nuestras sociedades, acompaña esa
distribución de nuevos contextos, donde lo que sobresale es una gran
diversidad de cuestiones que van construyendo un sentido diferente a las
palabras y construcciones discursivas ligadas a las nociones de; educación, familia, trabajo, futuro,
sociedad, donde el común denominador en esos nuevos discursos muestra la
emergencia del mercado como un nuevo ordenador de la sociedad.
Las
sociedades de control reemplazan a las sociedades disciplinadas, en otras
palabras las nuevas cimentaciones de lo social, ligadas a la lógica del costo
beneficio generan; una sociedad signada por
las relaciones violentas, donde
el otro deja de ser un constructor de identidad y confianza para transformarse en un objeto que puede ser un
impedimento para el desarrollo personal o un competidor (enemigo), en la lógica
de la sobrevivencia. Sociedades donde, la desigualdad marca, no solo nuevos
territorios, sino especialmente nuevas formas de terror al fracaso, a la
frustración, al infortunio, convertidos en formas metafóricas y reales de
la “caída” en los oscuros espacios de la
exclusión. En un temor al encuentro con un vacío donde el rechazo se expresa desde
la mirada hasta el recorte de la libertad. La desigualdad social se transformó
en un nuevo elemento de control, que no requiere en muchos casos de instituciones especializadas sino que se
ejerce desde el cuidado de “uno mismo”, de la propia disciplina del yo. La desigualdad
social disciplina a la sociedad.
El
control, si antes se expresaba en los cuerpos y se dirigía a ellos, hoy se
inicia desde allí desde esa necesidad de articular, adaptar los cuerpos a las
expectativas y posibilidades sociales de la inserción y el mantenimiento de
ésta a cualquier precio. El orden de los cuerpos implicó el estallido de la
sociedad. Se trata de pertenecer a lugares, espacios sociales, donde nunca
quedan claras las reglas del juego que marcan la forma de llegar y mantener esa
pertenencia. Los cuerpos dejan de ser aquello que el mandato cartesiano
declamaba; recipientes del ser. Para ser ellos mismos. Se es el cuerpo en
sociedades donde sólo la imagen y la estética marca las zonas de la certeza. En este contexto, la
emergencia de derechos subjetivos, hace que los deberes para uno mismo se
transformen en derechos individuales, atravesados por el narcisismo, el
hedonismo, la búsqueda de placer, muchas
veces, como una forma de detener el padecimiento.
Así
también, los deberes se transformaron en elección personal, donde, en un
contexto de fragmentación social y pérdida de noción de pertenencia a un todo,
el deber queda ligado a la esfera de lo individual y poco se relaciona con el sostenimiento de la
sociedad. La obligación moral, cambia a la gestión integral, donde los cuerpos
son sometidos a una evaluación continua desde la lógica del mercado. Ante la
pérdida de la certeza en el estado como gran ordenador y generador de sentidos
para la vida social. Las instituciones y la vida social se desarticulan se
tornan impredecibles, pierden su mandato solidario. El sujeto queda en soledad,
aislado, atravesado por el desencanto y el rechazo.
De
este modo, el individuo pertenece a sí mismo, en contradicción con la
obligación de mantener la vida y el derecho a no sufrir, dejando de lado los
mandatos superiores del todo social.
“Nuestras
sociedades han liquidado todos los valores sacrificiales, sean éstos ordenados
por la otra vida o por finalidades profanas, la cultura cotidiana ya no está
irrigada por los imperativos hiperbólicos del deber sino por el bienestar y la
dinámica de los derechos subjetivos; hemos dejado de reconocer la necesidad de
unirnos a algo que no sea nosotros mismos” (Lipovetsky, 1994).
Es
en este contexto y en la singularidad de cada situación de intervención, donde
el sujeto que emerge no es el esperado por los viejos mandatos institucionales.
Ese otro, que muchas veces recibe la mirada asombrada e interpelante de la
institución que lo ratifica en el lugar de un objeto no anhelado.
Irrumpe
en este contexto ese sujeto inesperado, constituido en el padecimiento de no
pertenencia a un todo social, dentro de una sociedad fragmentada que transforma
sus derechos subjetivos en una manera de opresión que se expresa en biografías
donde sobresalen los derechos vulnerados. Emerge allí, donde la complejidad del
sufrimiento marca las dificultades de los abordajes uniformes y
preestablecidos, en expresiones transversales de la cuestión social que superan
muchas veces los mandatos de las profesiones y las instituciones. Así, el sujeto es sólo individuo precario,
temporal; donde se obtura su posibilidad de ser en su relación con otros.
Una sociedad, donde la recuperación del pasado desde lo
trágico, pero también desde lo beneficioso está volviendo lentamente, tal vez,
comenzando a construir nuevas formas de la verdad, por fuera de los discursos
únicos. Una sociedad donde el porvenir sigue transitando una ruta opacada por
la incertidumbre y la falta de convicciones que permitan pensar en proyectos de
futuro en forma colectiva. También existen caminos donde en forma individual y
excepcional y tal vez aleatoriamente, tomaron vías que permiten construcciones
desde lo precario hasta lo más concreto (Carballeda, 2006).
Las Problemáticas sociales complejas
A
partir de las anteriores cuestiones, se presentan nuevas expresiones de la
cuestión social, las mismas se caracterizan por una complejidad que comprende
una serie de problemas sociales que contienen tanto las características
objetivas como subjetivas de los problemas sociales. Es decir tanto desde una
perspectiva normativa como desde su impacto en la sociedad. Esas problemáticas
sociales, articulan la noción de injusticia de los mismos, que puede alcanzar a
sectores heterogéneos de la sociedad, la afectación negativa a códigos y
pautas, la noción singularizada que puede resolverse en forma colectiva a
través de diferentes formas de intervención y la necesidad de análisis de la
denuncia del problema social a partir de la finalidad de ésta.
Desde
otro plano en sociedades complejas y especialmente heterogéneas, las
representaciones de los problemas
sociales como construcción simbólica que se recrean en las interacciones de la
propia sociedad la atraviesan en general como así también a las instituciones,
las prácticas que se ejercen en ellas y a los propios sujetos de la
intervención. De este modo las problemáticas sociales complejas, no son
estáticas, se mueven en los laberintos de la heterogeneidad de la sociedad, la
crisis de deberes y derechos subjetivos, el ocaso de los modelos clásicos de
las instituciones y la incertidumbre de las prácticas que intentan dar
respuestas a éstas. Interpelan desde los derechos sociales y civiles no
cumplidos, pero también lo hacen desde el deseo. A su vez, las problemáticas
sociales actuales están atravesadas por diferentes componentes, donde cada uno
de ellos tiene su propia representación tanto en la esfera del sujeto, su grupo
de pertenencia, su red social, como para el resto de las prácticas y
modalidades de intervención. De esta forma, las problemáticas sociales complejas,
son transversales, abarcando una serie de problemas que se expresan en forma
singular en la esfera del sujeto. Así reclaman intervenciones desde diferentes
ámbitos que marcan nuevos desafíos a las posibilidades de la interdisciplina,
especialmente desde su singularidad. Pareciera que cada caso, cada momento de intervención
requiere de un proyecto a construir en la diversidad de ese otro, donde se
observa la necesidad de su palabra, su comprensión y explicación del problema
como forma de aproximación a la “verdad” de éste. Las problemáticas sociales complejas,
exceden las respuestas típicas de las instituciones, dado que estas fueron
construidas dentro de una lógica más ligada a homogeneidad de las poblaciones
que a la heterogeneidad de éstas, reclamando respuestas singulares. Incluso
cada problemática implica recorridas institucionales diversas según cada caso.
Dentro
de su contexto de aparición, las problemáticas sociales complejas muestran en
forma descarnada los efectos de las tensiones entre necesidades y derechos. Dan
cuenta de cómo la pérdida de derechos sociales, conlleva a un progresivo o
rápido quebranto de los derechos
sociales. Desde una perspectiva de inseguridad social (Castel, 2004),
donde el estado actuaba como un reductor de los riesgos sociales.
Otro
foco de tensión caracteriza a estas nuevas expresiones de la cuestión social;
un contexto donde las expectativas se multiplican, mientras que se reducen las
posibilidades de alcanzarlas. Por otra parte en sociedades fragmentadas, la
reinserción social también se inscribe dentro de las problemáticas sociales complejas,
dado que los sistemas clásicos de reinserción generan muchas veces mayor
exclusión, o la disyuntiva de reinsertar individuos en sociedades que ya no
existen a través de dispositivos que tienden más al rechazo que a la asistencia. Pareciera que
los dispositivos típicos de intervención en lo social fueron concebidos
para actuar en las diferentes “capas” que construyen un problema social en
forma ordenada y predefinida. Cuando las respuestas que se reclaman y que
pueden generar algún tipo de transformación, o reducir el padecimiento son
complicadas, diversas y se ordenan según cada situación en la que se
interviene.
Teniendo en cuenta que las instituciones
fueron creadas desde una perspectiva de sociedad integrada, donde la
desintegración era una tensión posible, los dispositivos típicos de
intervención entran en crisis dada la complejidad de las demandas y lo
turbulento de los escenarios. De esta forma, esa lógica se invierte, las
instituciones actúan en sociedades fragmentadas, donde la integración, al
presentarse a veces en forma paradojal como lo diferente, es el foco de
tensión. Por otra parte, las instituciones no se crearon desde la perspectiva
de la exclusión social, siendo esta categoría una expresión de los malestares
actuales. También, las problemáticas sociales complejas son producto de
diferentes procesos de estigmatización,
de marcas que se expresan en los cuerpos, se inscriben en la memoria,
dando cuenta de nuevas formas del padecimiento y son en parte, efecto de la tensión integración-desintegración
de nuestras sociedades.
Las
problemáticas sociales complejas, implican la necesidad de construcción de
nuevos dispositivos de intervención que; puedan recuperar la condición
históricosocial perdida en nuestras sociedades, luego de décadas de
descomposición de dictaduras, represiones y modelos económicos que concentraron
la riqueza alterando la distribución a cifras impensadas.
La
cuestión social hoy se tensiona desde el derecho a pertenecer, de no migrar,
necesitando para su resolución la
generación de nuevas formas de reinscripción e inscripción social. Pero,
por otra parte, estos nuevos escenarios, en tanto expresiones del contexto,
como espacios de intervención imprimen otro tipo de necesidades, que se
relacionan con la recuperación y búsqueda de saberes y destrezas, allí donde la
desigualdad dejó sus marcas hacia toda la sociedad. En este aspecto, las
disciplinas que intervienen en lo social, se encuentran frente a nuevas
posibilidades donde, sería dable pasar de la lógica de la detección de lo
enfermo, disfuncional o patológico, hacia la recuperación en cada sujeto desde
sus propias capacidades y habilidades. Es decir orientar la intervención hacia
una lógica de reparación.
Estos temas se presentan como desafíos que surgen desde
la intervención social y que muestran la necesidad de repensar perfiles
institucionales, políticas públicas y formaciones académicas. Así, las problemáticas
sociales complejas se expresan como un verdadero desafío para las políticas públicas
y la legislación, ya que, son demostrativas de
la vulneración de derechos, la
incertidumbre, el desencanto y especialmente de las nuevas formas de construcción
de procesos de estigmatización ligados a grupos sociales determinados. La intervención en lo social desde esta
perspectiva debe tener en cuenta la historicidad de los cambios, los
padecimientos del presente y una representación con respecto al futuro.
Si la intervención, significa transformación, en los
escenarios actuales, la misma se relaciona con los problemas sociales desde sus
posibilidades de resolución, pero también a partir de su inscripción como tales
tanto a nivel societario como subjetivo y el padecimiento que se expresa en los
mismos. O sea desde su complejidad. Cabe preguntarse si la intervención es un
campo de conocimiento y que como tal debe definirse como un saber que se
construye a posteriori, en definitiva a partir de la experiencia. De ese
modo la experiencia interroga a la teoría, le genera nuevas preguntas, elabora
nuevas síntesis atravesadas por la inminencia del contexto en la singularidad
microsocial de escenario de intervención.
En este aspecto la experiencia de la intervención cuenta en la actualidad un capital cultural significativo que permite
una visión de la práctica signada por la noción de acontecimiento, teniendo en
cuenta que el acontecimiento no es lo que sucede; está en el
accidente mismo; desde allí nos inventa y nos espera. El acontecimiento de este
modo genera la demanda y desde allí es posible acceder a nuevas respuestas. Tal
vez, para comprender en profundidad y desde allí construir, junto con ese otro
que reclama, la intervención en las posibilidades de transformación que esta
conlleva.
Intervención
como dispositivo
De
esta forma la intervención en lo social se presenta como un instrumento de
transformación no solo de las circunstancias donde concretamente actúa, sino
también como un dispositivo de integración y facilitación del diálogo entre
diferentes lógicas que surgen de distinta forma comprensiva explicativa, no
solo de los problemas sociales, sino de las Instituciones en sí mismas.
De
allí que la intervención en tanto dispositivo, entendiéndolo desde la
perspectiva de Michel Foucault, sería una trama de relaciones que se pueden
establecer entre componentes diversos. De este modo la intervención da cuenta
de una importante capacidad para articular y generar diálogos entre diferentes
instancias, lógicas y actores institucionales.
Teniendo
en cuenta, además, que el carácter normativo de las lógicas de las
institucionales se encuentra en crisis dado que la superposición de problemas
las hace heterogéneas y muchas veces incomprensibles. Por ejemplo a partir de
la aplicación de la lógica judicial en una institución sanitaria se genera el
embate de diferentes formas de comprender y explicar un problema. Como
efecto de la fragmentación social, el
escenario institucional también se retrae y fragmenta. Estas cuestiones, para
las instituciones generan circunstancias imprevistas, difíciles de comprender y
explicar, dado que no concuerdan con sus
mandatos fundacionales. La crisis de lo normativo, a nivel institucional
interpela desde su dificultad o imposibilidad de aplicación. Entender las relaciones
intra institucionales e interinstitucionales desde el concepto de dispositivo
puede ser útil en la medida que este permite una mirada mas amplia y la posibilidad
de hacer actuar formas de acción desde diferentes nociones, recuperando el
concepto dispositivo trama de relaciones
Las diversas expresiones de la crisis impactan
en circunstancias y cuestiones
institucionales que se hace necesario abordar. La idea de tiempo hoy se
presenta como heterogéneo tanto desde la perspectiva del sujeto de la práctica
sobre el que se interviene como en los diferentes espacios institucionales e
interinstitucionales. La noción de tiempo no es la misma para el sector Educación
que para el sector Salud de ahí que las
expresiones conflictivas, los reclamos y la dificultad de relación e
interacción sistémica, tal vez tenga que ver con la pérdida de una instancia
que las aglutinaba, pero que, marcaba desde un lugar de autoridad y legitimidad
el sentido de éste. Esa instancia era el estado-nación.
Desde
la intervención se hace necesario repensar diferentes perspectivas
instrumentales; desde las mismas es posible que se construyan en el diálogo de
distintos campos de saber con una perspectiva orientada hacia ella pero,
básicamente en relación de su “sentido”. Es frecuente observar disímiles formas
de expresión de la intervención en lo social donde los desarrollos de esta culminan
en metas u objetivos limitados. La intervención, si bien puede pensarse en
relación a metas, propósitos, etc., debe definirse en relación a sus fines
últimos. Allí la historia marca algunas cuestiones que pueden ser interesantes.
El surgimiento de las ciencias sociales, tal como las conocemos en la
actualidad, hacia fines del siglo XIX va acompañado de la aparición del trabajo
social, disciplina que surge con el mandato de intervenir desde el
conocimiento en lo social.
En
otras palabras se intentaba conocer sistemáticamente la sociedad para
intervenir sobre ella. En ese período sobresalía la preocupación por la integración
de la sociedad por la amalgama de ésta, agotado el modelo económico de la
segunda revolución industrial y el liberalismo.
Con
el siglo veinte surgen estados que se caracterizaron por su centralidad en la
relación con la sociedad. Desde allí, se construyen dispositivos de
intervención con la forma de instituciones que comienzan a estar en crisis a partir
del desmoronamiento del estado de bienestar. El origen de las intervenciones
modernas en lo social, pueden ubicarse en ese contexto donde algunos atravesamientos
fundacionales ligados a los pensamientos hegemónicos de esa época como el
positivismo y el liberalismo económico siguen aún presentes, dialogando con
otras formas de entender lo social, tal vez mas ligadas al lazo social , a una perspectiva de comunidad.
La
intervención no puede desprenderse de la sociedad a la que pertenece; de allí
que en la misma se entrecrucen diferentes miradas y discursos que, en este
contexto de complejidad es conveniente analizar. En este aspecto, desde las
miradas más sencillas vinculadas con lo epistemológico interpelan a la
intervención en si misma. En otras palabras, muchas veces la intervención, es pensada y puesta en acto
desde una perspectiva cercana a la relación causa efecto que vincula a esta
actividad más con las ciencias naturales que con las sociales. De esta forma se
construyen determinismos subjetivos que atraviesan a todos los actores del escenario
de la intervención. De allí se produce una visión, si se quiere “fatalista”,
que anuncia el resultado o el fracaso del programa, política o plan que se está
gestando. Pensar la intervención desde condicionantes y no determinantes, nos
lleva al terreno de lo probabilístico, donde la singularidad y la subjetividad suben a la escena ahora con
papeles relevantes. La intervención en lo social es una acción básicamente intersubjetiva
y fuertemente discursiva. De allí que la palabra, la mirada y la escucha sigan
siendo sus elementos mas sobresalientes.
Desde
una perspectiva académica cabe preguntarse por el lugar de la intervención
social como episteme en tanto si se
construye como conocimiento a priori o a posteriori. La intervención en lo social
básicamente se vincula con el conocimiento a posteriori, su saber
proviene de la práctica cotidiana, la intervención se funda en el hacer y es
desde allí de donde debe abrevar el conocimiento y especialmente las preguntas
a otros campos de saber. De este modo, surgen algunas cuestiones relacionadas
con el acceso a la subjetividad, a pensar las representaciones sociales del
problema que se quiere abordar, y como esas representaciones atraviesan el
momento de la intervención. Tal vez una mirada a las modalidades de registro de
cuenta de cómo es tratada esa singularidad o si ésta es ocultada detrás de
casilleros que solo buscan construir cuestiones a mensurar a cuantificar.
Una
vía de acceso posible es la utilización de la noción de trayectoria, como
historia social de vida, en una aplicación que trate de ubicar diferentes
accidentes topológicos en la historia de ese sujeto, entendido como sujeto
histórico social. En este aspecto, la memoria como instrumento de intervención
confiere un carácter singular a ese otro en el diálogo con el propio relato
colectivo que lo rodea.
A
partir de los acontecimientos ocurridos ya mencionados, y las nuevas
expresiones de la cuestión social enunciadas como problemáticas sociales complejas,
la intervención en los escenarios actuales se puede orientar hacia la
reparación, hacia la recuperación de capacidades y habilidades que fueron,
posiblemente obturados por las circunstancias que generaron la desigualdad.
Desde esta perspectiva, el concepto de reinscripción llevado a la intervención social,
implica la deconstrucción de procesos de estigmatización, desde un abordaje
singular de padecimiento objetivo y subjetivo. Pero, básicamente, reinscripción
significa recuperar la condición sociohistórica del sujeto. De allí que la intervención
se enuncia como posible dispositivo de reconstrucción de subjetividades,
entendiendo a la necesidad como producto de derechos sociales no cumplidos,
considerando a la intervención como un medio y no un fin en si misma, dado que
contribuye a la integración de la sociedad desde una perspectiva inclusiva. La intervención
se transforma en un hacer anticipatorio en la medida que pueda recuperar su
carácter estratégico. Dado que la principal característica de su escenario es
ser el lugar de encuentro entre lo macro y lo micro social.
Surgen
así nuevas necesidades de comprender y explicar lo social, transformando ese
conocimiento en acción, en método, en nuevas formas de la intervención en lo
social. Que permitan comprender y explicar la construcción de nuevas
subjetividades. Desde los interrogantes que surgen de la práctica, o desde preguntarse como las prácticas
construyen sujetos ¿qué subjetividades construye el trabajo social?, ¿cómo se
prepara para denunciar y deconstruir la sumisión, la opresión, los lazos
sociales cimentados en relaciones de desigualdad?
Donde
podamos hablar para nosotros mismos como americanos, con nuestra propia voz,
construyendo una textualidad propia, por
fuera de la palabra del colonizador, dialogando desde nuestros conocimientos
ancestrales y presentes, generando herramientas que nos permitan acceder a
verdades que durante siglos se expresaron tal vez tímidamente pero que permanecen en la memoria colectiva
de nuestros pueblos. Signos y grafías del saber que integran lo antiguo y lo nuevo,
recuperando y creando nuevas formas de mestizaje. Estas, posiblemente, nos
sirvan para mantener nuestra identidad, hoy pasando de la resistencia a la
conquista de nuestro propio destino: América Latina.
Bibliografía:
Barrantes,
César (2008), “El trabajo social desafiado. Una aproximación desde la
diferencia epistémica”, conferencia
inaugural del Primer Foro Internacional de Trabajo Social y de la Primera
Convención Nacional de los Trabajadores Sociales y las Trabajadoras Sociales de
la República Bolivariana de Venezuela, magnos eventos realizados en Valencia,
Carabobo entre el 29 de enero y el 2 de febrero de 2008, con la colaboración activa
de la Asociación Nacional de Trabajadores Sociales de Venezuela.
Carballeda,
Alfredo Juan Manuel (s.f.), “Adolescencia y drogadicción en escenarios del
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Alfredo Juan Manuel (2007), Escuchar las
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Alfredo Juan Manuel (2007), “Problemáticas sociales complejas y políticas
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Castel,
Robert (2004), La inseguridad social,
Editorial Manantial, Buenos Aires.
Lipovetsky,
Pilles (1994), El crepúsculo del deber,
Editorial Anagrama, Barcelona, España.
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